Luego de disfrutar de una reunión familiar, Alondra Martínez
(seudónimo) fue a darle un beso de buenas noches a su hijo Andrés, de
dos años, cuando se percató de que el menor estaba irritable y le picaba
la piel. Al poco rato, vio cómo el niño tenía unas ronchas en su
rostro, picadas que se extendían al resto de su cuerpo.
“Estaba
forrado y rápido le dije a mi esposo: ‘Vamos al hospital’. Me preocupaba
que fuera influenza o dengue”, contó Martínez, quien llegó a un
hospital del área metropolitana pasada la medianoche.
Días antes,
el menor se había ausentado del centro preescolar privado en el área
metropolitana donde está matriculado, ya que padecía de una condición
respiratoria que le había producido mucha mucosidad.
“Como estaba
faltando, la maestra me llamó y me comentó que otros niños en el salón
habían arrojado positivo a influenza”, dijo Alondra.
Aunque los padres del niño estaban vigilantes al desarrollo
de algún síntoma del virus, no fue hasta días después que presentó
ronchas en su cuerpo y un aparente malestar general.
“Nunca le dio
fiebre ni dejó de comer. Estaba bien, hasta entonces. Cuando lo vi así
(con el rash), fue que salimos rápido al hospital”, explicó.
Tras
hacerle unos laboratorios sanguíneos, la prueba diagnóstica de influenza
y una placa de pecho, el pediatra de turno que atendió al menor les
notificó que el niño había arrojado positivo al virus de la influenza.
“Empecé
a llorar y el médico rápido me dijo que me iba a dar la receta para el
tratamiento y que, si el nene estaba yendo a un cuido, no podría volver
por los próximos cinco días”, comentó Alondra.
Como eran las 4:00 de la mañana, la familia acudió a su
hogar. Fue a la mañana siguiente cuando se enfrentaron con la dificultad
de que no aparecía el medicamento recetado, el antigripal Tamiflu, en
ninguna farmacia.
“Fuimos a una farmacia (de una cadena
multinacional) que queda cerca de casa y no tenían. Empezaron a llamar a
otras farmacias y no había en ninguna”, aseguró Alondra, quien no podía
ocultar la creciente desesperación que fueron sintiendo ante esa
situación.
El medicamento apareció, finalmente, en una farmacia de la comunidad del área metropolitana.
“Me dieron parte de la dosis, para dos días, y tengo que regresar mañana (hoy) para que me completen el resto”, señaló la mujer.
Pero,
al llegar a su hogar, cuando se disponía a darle la medicina al menor,
Alondra se percató de que la botella contenía un polvo. Cuando se
comunicó con la farmacia, le indicaron que debía mezclarlo con agua
destilada.
“Mi preocupación ahora es que, como esto (la influenza)
se parece tanto a un catarro y como muchos papás tienen que trabajar,
lleven a los nenes enfermos a la escuela y el mío se vuelva a enfermar”,
mencionó.
Recalcó, además, que como madre trabajadora le
preocupa que ahora tendrá que ausentarse de su trabajo durante, al
menos, cinco días.
“Para uno es difícil, pero, sobre todo, me
preocupa la cantidad de nenes posiblemente contagiados en las escuelas y
que no faltan porque los papás tienen que trabajar. Hay que estar
pendientes de los síntomas”, sostuvo.
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